31 octubre 2007
Beso
29 octubre 2007
Besando a Jakobson
El besar parece un acto exclusivamente humano, aunque los mismos hombres se empeñen en extrapolarlo a otros niveles, por ejemplo, como cuando un perro nos lame. Tan profunda es la introspección que genera este acto que hablar de un primer beso se ha transformado en un requerimiento social. Un evento que sin lugar a dudas roza en lo pavoso, que más que recordar debería ser desterrado al olvido porque todo primer beso fue FEO, aunque posteriormente pretendamos divinizarlo en el recuerdo, podría decirse que eso no fue un beso sino una experimentación, un impulso, una prueba, aparentemente, superada.
Por lo tanto, podríamos decir que el besar posee ciertas implicaciones sociales e individuales ya que necesitamos del Otro para besar. Los auto-besos no existen. Para que el beso exista deben encontrarse dos bocas deseosas de placer y dispuestas a vincularse en medio de una cadenciosa danza del dar y el recibir. Aunque debemos estar claros que puede existir la posibilidad de que uno de los implicados no esté dispuesto a participar, como es el caso de los “besos robados” en donde el que besa goza el doble porque disfruta de la adrenalina que desata, el beso, y el resultado, sea este la continuidad del acto o el dolor de una cachetada. Es que por sólo por besar algunos dicen dar la vida debido a que este es uno de los actos más placenteros que existen. Así que, sea feliz, bese cuánto su boca le pide. Olvídese del chocolate, del helado y hasta del alcohol, simplemente déjese besar y responda con la misma pasión como si se tratara de un último beso (no el de la canción porque a ésta la considero la mayor de las pavosidades, y que me disculpen los 007), el último beso del día porque lo increíble de todo es que los besos son adictivos.
Pero no podemos pensar que cualquiera puede besar bien. No nos caigamos a mentiras, el besar es cuestión de práctica y algunos no se destacan. Porque besar más que instinto es un ARTE, y por lo tanto poseedora de funcionalidades comunicativas y de un valor estético.
Veamos el por qué… y que Roman Jakobson nos bese en el intento.
El beso parte desde alguien que lo da a alguien que lo recibe, desde un Besador (emisor) a un Besado (receptor). La función emotiva se cumple en esta génesis emocional que requiere de la expresión de un sentimiento para existir, una fuerza íntima que mueve al ser humano a besar, una carga que debe ser expulsada a través de los labios.
La función conativa o imperativa, está orientada hacia el receptor del beso, en él se habrá de desatar las reacciones más imprevistas pero que cumplen con la intencionalidad del besador cuyo principal objetivo es influenciar al otro, y si es posible que sin darse cuenta haga lo que el emisor le pide. Las reacciones varían, se puede continuar besando o simplemente rechazar el beso pero ¿podemos ser neutros cuando recibimos un beso?, no lo creo, algo en nuestro interior se mueve, se transforma y hace que reaccionemos, algunos pueden disimular o controlarse, pero jamás dejar de sentir.
Todo lo que un beso genera forma parte de los referentes. Por besar se han escrito boleros, manuales, poemas; es decir, todo el contexto que lo rodea, y que forman parte de la Función Referencial. Acá habremos de incluir los besos anteriormente dados y recibidos, los feos besos de la infancia, los que por poco no devoran tu boca, los inolvidables, y para usted de contar.
La Función Fática se habrá de encontrar en el instante mismo en que esperamos la respuesta del otro. Acá el beso se interrumpe con una cachetada, o se prolonga en el deseoso acto de un ir y venir placentero que permite que ambos participantes intercambian sus papeles. Donde la eficacia depende de que ambos manejen el mismo código (Función Metalingüística), el intermedio donde una mirada dice mil cosas y donde el beso se convierte en otro beso, y en otro más.
Pero lo que hace del beso receptáculo de un valor estético como obra de arte es la Función Poética, aquella que se relaciona con el mensaje; es decir, con el beso en sí que construye su propia realidad, perdurable en el tiempo y envuelta en un delicioso placer, capaz de influenciar hasta a quien lo observa, y que hace de un simple acto algo universal.
"No me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor
más que volando..."