01 noviembre 2010

Lobo

18_copia

Aferrado,

como un niño al pecho de su madre,

te sostienes al cuerpo de una mujer.

Los cazadores no saben de olvido,

cobijan sus años con pieles de presas nuevas

utilizan la luna para guiarse

entre la espesura de oscuras melenas.

Eres el último de tu raza.

Aprendiste entre esclavos malayos

que la mejor forma para espantar olores

es colocar tu lengua encima del pecho de una hembra,

varias veces lo has intentado,

la llaga retorna,

el almizcle que alojaban aquellos muslos

vuelve a brotar.

Coges el cuchillo,

Abres la pierna y el pecho,

sacas lo que queda.

Los ojos se parten

y en tu boca

una oración entona.

Expiación.

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