20 noviembre 2007

De lo correcto a lo perverso

Hay quienes consideran al amor como vehiculo hacia la realización personal, comprobando en cierta forma que el concepto de amor nos acerca a un momento histórico menguado, rodeado de trovadores, doncellas e ideales religiosos. Históricamente, se ha debido legislar sobre los instintos, redirigiéndolos hacia otras actividades, como el trabajo, que nos permitirá la convivencia a través de la construcción de ciertos “requisitos” que han de legislar aquello que a la luz de la naturaleza no deja de ser biológico pero que socialmente requiere de una evaluación y transformación dentro de estatutos morales, para así acceder a un determinado grupo a costa del nacimiento de un placer eternamente insatisfecho.

De esta forma se empieza hablar de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno y de lo malo, categorías que por lo general señalan que lo correcto es aquello que entra en la norma, mientras que lo malo es todo lo demás fuera de ella. Es así como religiosamente el instinto se compara con el demonio, los tabúes aumentan, existe el pecado, el cuerpo se señala como recinto de lo prohibido y se habla de la perversión.

Conceptualmente perversión es aquello que se “desvía” de lo natural y que en nuestro caso se referiría a aquello que desvía al instinto sexual; por lo que podríamos entender que hasta “lo correcto” es perverso ya que la norma social aleja al instinto de sus dominios. Pero ¿qué es realmente lo correcto si el placer es una de las sensaciones más inusuales del hombre y su satisfacción puedo alcanzar niveles inverosímiles? Así encontramos que es correcto el amor y la fidelidad, pero perverso la bisexualidad, el vouyerismo, la homosexualidad y toda una larga lista de “parafilias”, que psicológicamente integran una psiquis normal pero que socialmente algunas veces no encuentran cabida; si es así, entonces también deberíamos incluir la monogamia y al amor porque no existen en un medio naturalmente biológico. Más allá de esta gran lista existen otro tipo de perversiones que, por lo menos para mí, requieren de una mayor observación, hablo de los celos, la posesión, el querer legislar sobre el otro porque lo consideras parte de ti, porque primero está la familia y los niños y todo el gran compromiso; también me refiero al egoísmo sexual, la falta de imaginación y fantasía, la insatisfacción de la pareja, la rutina, la incomunicación, y aquella nefasta manía de pensar que y que el individuo desaparece porque son “dos convertidos en uno”. ¡Gimme on break, please!

1 Íncubos o Súcubos:

Anónimo dijo...

Coño te llegó hondo eso de la perversión!!!!!!