27 febrero 2008
Cripta traspapelada
20 febrero 2008
En esta noche de Eclipse
15 febrero 2008
Quien fue desterrada (versión 2)
Enmarcado dentro de una tradición judeocristiana, decir mujer es decir pecado, muerte, trasgresión, vida y creación. Mucho antes de que la tinta de las primeras páginas del Génesis se secara, el hombre conoció la historia de la mujer pecadora, la desterrada, la transgresora. Era la historia de Lilith, la primera mujer de Adán, la que como él, había nacido de la tierra con la añadidura del fango y la suciedad. Lilith, la loba, pariente de Hécate, la devoradora de hombres y de niños, fue capaz de abandonar las comodidades del paraíso terrenal, condenándose al destierro y a la maldición del Dios-Hombre, con tal de ser libre y contestaría ante la sumisión sexual y simbólica planteada por Adán ¿Quién puede desear el paraíso cuando se es dueña de los secretos del Averno y la oscuridad?, eso que los hombres tanto temen y que las mujeres conocemos muy bien.
Recorriendo el innegable sentido patriarcal del Génesis bíblico, las mujeres también podemos señalarnos como herederas del destierro de Eva, la madre original, recordada como la poseedora de la tentación, instrumento del demonio, fruto que condenó al “inocente” hombre al pecado. Eva, la contrariada hija de hombre, fue ultrajada con su nacimiento del principal atributo femenino: la creación. Sobre estas cimientes de tradición masculina se forjó una sociedad desmemoriada, condenada a la culpa por el pecado, temerosa del instinto, la sombra, y todo lo desconocido. La identidad de occidente se escribió con letra de hombre donde la mujer ha tenido que buscar su reflejo, desconociendo su propio poder y naturaleza sagrada, en un espejo masculino, andando entre carteles de delicadeza, pasividad y debilidad.
Sólo el arte podía comprender su naturaleza, su cercanía a lo femenino está en el poder de la creación, y con él la proximidad al cuerpo de mujer; el mismo, que por costumbre y belleza, entre artistas femeninos y masculinos, parecía ser el predilecto. Pero aún así, seguía respondiendo a un universo extraño, casi de contemplación. Porque, lo que aparece en el hombre como un vehículo técnico, próximo al espíritu, en la mujer es territorio propio, ya que crear en ella es un acto física y psíquicamente vinculado con su totalidad, transformándola en el ser humano más humano, más físico, pues vive inmediatamente ligado a su cuerpo y a su psiquis.
Es en ese instante cuando en la mujer renace el espíritu olvidado de Lilith y Eva como guías en el (re)conocimiento de sí misma. Y con ellas, aparecen las rarezas, aquellas que son capaces de vivir, sentir y crear con el poder de la fecundidad original. Las verdaderas mujeres artistas, aunque llamarlas artistas sería redundar en su carácter creador, son aquellas que han encontrado su reflejo de diosa, su identidad, las que se expresan como mujeres, no desde una “posición biológica y natural”, sino, como dice Iris Závala, desde “una posición discursiva (…) del lenguaje”. Porque las mujeres hablamos y creamos como mujeres. Y entre ellas es que el universo artístico de Elsa Sanguino se me muestra luminoso. En su obra lo femenino se apodera de cada vértice, del hoy, del mañana, con una forma descarnada donde la identidad se alimenta de la vida misma, donde la piel abandona la carne y se traslada al lienzo, al papel o a la arcilla, materia orgánica que se enlaza con lo primigenio, lo olvidado; y que finalmente, junto a los sexual, lo físico y psíquico, la transforman en sacerdotisa, en diosa, en ser humano.
14 febrero 2008
Hoy no voy a levantarme de la cama
Hoy para mi no hay celebraciones, por primera vez he de decantar las maldiciones que llevo sobre mi cabeza en estas líneas, tratando de que pasen a ustedes y que así mis pecados sean absueltos. Hoy ni siquiera pretendo fijarme en la ortografía, en mis errores escritos y pasados, de aquello que dije pero que jamás debió salir de mis labios.
Hoy lanzo mil maldiciones al aire por traerme recuerdos y malos entendidos, por hacerme débil, por "dar cabeza", por la maldición de creer.
Hoy es uno de esos días que no me interesa salir de la cama, en los que miro a la gente por encima del hombro, en los que no quiero mirar ojos, ni rostros, solo pieles, zapatos y licor.
Maldito sea este día... maldita tu suerte, tus entrañas, tu voz. Odio las promesas, las palabras empeñadas, los pajaritos preñados, las rosas rojas, pero jamás pienses que odiaré el chocolate...
Hoy creo en mi, y en más nadie....