Una “sencillita” para irnos desprendiendo del año y otros apegos…
21 diciembre 2008
Borrador …
18 diciembre 2008
Manual para Salvar el Odio
14 diciembre 2008
Inaugurando puertos y cuerpos…
Todo reencuentro, avance o reedición (también conocido como “refrito”) nos anuncia que en la próxima esquina nos cruzaremos con un conocido y, desgraciadamente, con la rutina; tal encuetro da paso a ese mal sabor de boca que nos dice que la novedad no es otra cosa que un disfrute pasajero. El tiempo y la seguridad nos lleva a suponer que “no hay nada nuevo bajo el sol”; mas en nuestro contexto, donde una imagen vale más que mil palabras y donde el usuario tiene poco tiempo para no ahogarse con el caudal de información que por este medio encontramos, volver a empezar no es retroceder sino un avance tremendo.
He de aclarar, que esta renovación de imagen obedece más a un decisión personal que a la obligación de gustar a quienes me leen. No piensen que soy engreída, sólo, digamos, que cumplo con la premisa de autosatisfacción que hasta ahora ustedes conocen.
Escribir no es un ejercicio fácil. Primero que nada, no ha de ser considerado un ejercicio ya que escribir por encima de todo es un arte. Arte al cual por cierto, la admiración me ha conducido a respetar hasta los límites del miedo. Para quienes deseamos hacer de este arte un medio y un fin, escribir supone horas de negligencia y bolitas de papel en algún rincón de la habitación. Que si el estilo, que si el mensaje está bien planteado, que nuestra intención es clara, que si la historia, que si los personajes, etc… nadie te dijo que fuera fácil y nadie te advirtió que esta profesión no es para mediocres. A menos de que seas un genio superdotado, y todos sabemos que son de edición limitada, escribir es un acto de disciplina y mucha pero mucha, transpiración. Aquí la genialidad no nace, aquí se hace.
Pero, a pesar de las horas de angustia y frustración, de pensar que eres una mierda con tu sintaxis y tu redacción, hay quienes osan decir que escribir es sencillo. ¡Muéranse todos!. Escribir jamás se me ha hecho fácil, ni siquiera un título. Las ansias de la pluma sólo pueden ser saciadas con sangre, mejor dicho, con tinta, así que nadie vuelva a decirme que es sencillo, ya que una cosa es lo que pienso y otra lo que escribo.
Por ello, calmadamente, declaro que este viaje vuelve a comenzar y acá las vísceras pienso dejar.
09 septiembre 2008
Oferta
24 agosto 2008
Sireno
14 agosto 2008
¡Ay!
31 julio 2008
Hagamos un Pacto...
No esperes de mi lo que no puedo darte,
no me pidas el sol ni el horizonte,
no me pidas la luna ni una pequeña estrella
no confíes demasiado en algunas de mis palabras
no siempre digo todo lo que pienso
ni pienso lo que digo,
no sueñes un mañana junto a mi tomados de la mano,
mañana tal vez no existirá el mañana,
no quieras arreglar tu vida contando con mi ayuda
necesito todas mis fuerzas para arreglar mi vida
no me tendrás a tu lado cuando te sientas sola,
yo me he sentido solo y no es el fin del mundo.
No quiero verte triste
apenas soporto mi tristeza
no me digas quién eres ni cómo eres,
no quiero conocerte
todavía sé muy poco de mi y eso me preocupa.
Hagamos un pacto,
un pacto de caballeros a pesar que eres la mas linda de las mujeres.
Cuando estamos juntos no me preguntes nada
y yo no te daré ninguna respuesta que pueda lastimarte,
no me hables del futuro,
no mencione proyectos
mi único plan es amarte cada vez que quiero,
cada vez que quieres,
cada vez que podamos,
no importa cómo,
no importa dónde,
no importa la razón,
no siempre hay una razón para cada cosa.
Antes de amarnos no hay nada que nos una,
después de amarnos, tampoco,
así de simple.
Lo único que quiero de ti
es que me ames
con toda la profundidad del mar
con todo el vuelo de los pájaros
con toda la sensualidad de la vida,
no quiero otra cosa
ni creo que me puedas dar otra cosa
si estas de acuerdo seguimos adelante
y no me pidas lo que no puedo darte.
Si estas de acuerdo seguimos adelante
y no me pidas lo que no puedo darte.
Gian Franco Pagliaro
22 julio 2008
Del amor y las malas costumbres
II PARTE
Amar es un sentimiento manoseado —y no con ternura— por el execrable dogma de los que creen saber qué es amar. Este sentimiento es tan anhelado que algunos rezan a Dios (yo personalmente prefiero hacerlo a Hécate o al Diablo) para que los ilumine con la dicha de su presencia, y así, de una vez por todas, darle sentido a su aburrida vida. Pareciera que más que un sentimiento, amar es uno de los tantos requisitos del programado ciclo vital, donde debemos crecer, ser exitosos, formar una familia, reproducirnos y morir, seguros de que con esto nuestra misión está cumplida. Como si amar y que te amen fuera tan fácil. Aunque no descarto que tales sucesos puedan ocurrir, ciertos hechos, casi científicamente observados, me dicen que una vida con tal recato y virtud es de muy improbable realización. Delirios de un loco antropófago que cree que la moral y las buenas costumbres son palabra común. Así que, mi ofuscado y mal llamdo amante te digo que en la realidad ocurre todo lo contrario, el amor puede ser todo menos una buena o sana costumbre.
Muy personalmente considero que el desconocimiento del amor ha de comenzar con la mala utilización de conceptos, iniciada en la creencia de que este es “una fuente de inagotable aceite”, que jamás habrá de faltar en nuestras vidas, que perdurará “hasta que la muerte nos separe”. Anticipadamente, debo aclarar que acá no hablamos del amor filial[1], el de los amigos o del sentimiento que aparece cuando tu mascota responde a una caricia. Nuestro amor es el más descarnado, el mismo que te sacude el alma —si es que tenemos una— porque ella no es lo suficientemente grande para entenderlo, el amor que en vez de amante nos debería colgar el título de masoquistas, verdugos o idiotas; en pocas palabras, el amor de los cuerpos y las pasiones (las más bajas y las más elevadas).
Nuestro principal problema es que esperamos demasiado del amor, y de quienes vienen con él. Suponemos que hay que hacer muy poco para merecerlo. Esperamos que quien nos ame nos conocerá mejor que nosotros mismos, nos pertenecerá y nosotros a él. No existirá lugar para los secretos. Sin darnos cuenta pasamos de pronombres personales a pronombres posesivos y creemos que la gloria será fundirnos con el otro hasta perder la identidad. Gravísimo error. ¿Si no nos conocemos, cómo pretendemos que otro desgraciado mortal lo haga? El amor es un sentimiento, que ha de ser gozado antes de ser entendido, supremamente egoísta y manipulador. En él no hay espacio para princesas encantadas ni príncipes azules sin defectos. Los que participan en este juego somos antes que nada humanos, llenos de dogmas, creencias y supuestos, quienes en cuestiones sentimentales utilizamos el instinto más que la razón.
¿Cómo confiar en algo que nace del riesgoso acto de la pasión?
El que ama ha de entender que amar es un riesgo porque nuestra carne queda expuesta y vulnerada cuando se entrega a otro. Pero quien sabe amar camina gozoso al cadalso. Sabe de la gloria que se adquiere en el dolor, el mismo que habrá de abandonarse cuando ya no ofrece lección o conocimiento alguno. No espera nada, sólo ama.
Y se ama con cada parte de tu ser. El amor incluye piel, sexo y comprensión. Ni más ni menos. Se entrega todo y se pierde todo. Es por ello que planteo que éste habrá de nacer del egoísmo (es el concepto más cercano que he encontrado y el de más fácil entendimiento mas eso no quiere decir que sea el ideal, pero como somos humanos no hay de otra…) más exacerbado y radical que pueda existir. No concebido en un concepto de ingratitud sino del estado necesario para entenderlo en su gran envergadura. El amor nace en el quererse a sí mismo, en la no dependencia existencial, sentimental y racional en el otro. Seamos egoístas sentimentales. Cuando aprendemos que primero debemos purificar el sentimiento en el egoísmo y la individualidad, amándonos primero a nosotros, seremos aptos para amar a otro humano ser. Cuando esto ocurra, dejaremos de darle nombre o títulos nobiliarios al amor. Lo llamaremos por nuestro nombre, transcendiendo y dejando, que en vez de llevarnos a un superfluo estado de felicidad, no acerque a un estado de completa paz. Donde no se espera nada, ni de él ni del otro. Sin odios, ni temores, ni tiempo, sólo amando… difícil empresa pero no imposible.
[1] No me interesa hablar del amor matrimonial porque considero que éste, como institución legal que es, debe manejarse como un negocio cualquiera. En él, antes de utilizar el corazón deberíamos utilizar la cabeza. Buscar el “socio” adecuado, jamás el amado, el que ofrezca mayor porcentaje de seguridad y efectividad, para así, evitar pérdidas de tiempo y dinero. Por supuesto, como en todo negocio, el riesgo estará siempre latente y el éxito no está del todo garantizado.
13 junio 2008
Del amor y las malas costumbres
I PARTE
Amar es el acto generoso de los cuerpos que se unen entre un aparente arrebato con la gloria. Según dicen , al amor le debemos la existencia humana porque, aparentemente, en él confluyen ciertos elementos que determinaron la multiplicación de la especie. Se upone que porr amor que nacimos, que por él el hombre elevó su rango vital para trascender en la vida; pero, es más seguro que tu nacimiento se debió a la costumbre, o a la necesidad, que como consecuencia del sentimiento que se ha transformado en la mayor excusa para escritores, poetas, guionistas de teleculebrones, cantantes de pop y demás incrédulos que osan hablar en su nombre.
Amar es la facultad próxima para acabar con tu ser. Amar es un acto de riesgo, de sacrificio, auto-mutilación; un evento que está más cercano a la muerte que a la vida.
Los riesgos del amor asaltan el camino a una supuesta gloria, porque se encuentra al otro lado de puentes ajenos: los cuerpos de otros. Cuando tu existencia depende de tu semejante gestas un penoso retroceso de tu humanidad. Y sí, sólo puede ser pena y dolor el hecho de que tu presencia se dibuja en el encuentro con el otro. La individualidad no existe en el amor, porque este en sí mismo, cual hoguera de expiación, condena al ser. Este es el riesgo del amante: olvidarse, desaparecer, dejar de existir y transformarse en otra célula del cuerpo que será receptáculo de sus más variadas pasiones.
Amando se mata al amante. Aparece el monstruo verde de los celos, la ira, la posesión, la lujuria, la locura. El amante es perverso porque pervierte el cuerpo del otro cuando lo trasnforma en objeto. Amar te duele dentro, porque su reino es el de las entrañas, donde reside nuestra animalidad más profunda.
Y a pesar de todo, nos gusta amar.
(continuará...)
29 mayo 2008
Premio WebBlog 2008
Ahora, a quienes les llega el premio deben:
26 mayo 2008
Blog de Notas
18 mayo 2008
Êléktra 3
David Bowie
16 mayo 2008
Decálogo del Erotismo.
3.- Te habrás cansado de robar con cautela y ya no quieres ser ladrona de tu cuerpo. Allí llegaré y secuestraré tu figura en robo franco y sin espera.
4.- Tengo el deseo, tengo la fuerza y un desvarío indetenible.
5.- Mis armas se han multiplicado: tengo las ansias, tengo la urente ortiga que arderá en tus entrañas.
6.- Y palpo tu cuerpo exánime, a mi disposición, y lo toco y siento los poros abiertos, dilatados los sentidos, abrasados de locura. La ceremonia no ha concluido. Vendrá luego la entrega definitiva.
7.- Despiertas en embeleso y robo entonces tu libertad para ponerme a tu antojo, ponerme yo a tu antojo. Ya no eres libre.
8.- Te fatigas de recorrer mi cuerpo con tu cuerpo, estás ahora abierta al fuego, con los dedos adoloridos y púrpura en tus mejillas. Soy dueño.
9.- Me pides que entre, que toque, que huela, que llore. Y yo convengo.
10- Somos esclavos y es ahora un solo sexo que nos funde en la carne y los humores y en la imaginación, divina fatalidad cumplida. Y se nos va la palabra y nos quedan los gemidos. Tu mirada y la mía no nos pertenecen, no somos nosotros mismos. En los dedos juegan hilos de la virgen, y los ojos se empañan de bruma, y en la boca queda un suave ardor de labios rotos.
13 mayo 2008
Ejercitando los Adjetivos.
12 mayo 2008
Los Amorosos
10 mayo 2008
Reverón...
09 mayo 2008
El erotismo como poder y dominio.
24 abril 2008
Ojos
A tus ojos los llamo por su nombre,
cuando lo hago
saltan y menean la cola mientras me observan;
algunas veces pierden el equilibrio
estrellándose contra la hendidura de tu cuello
cual granadas abiertas…
desaparecen.
Si tengo paciencia espero su retorno,
me aburren,
siempre cuentan la misma historia
sobre la princesa que se tragó al sapo,
son insoportables,
devoran la vida a pedazos con cada palabra;
cuando ocurre quiero tomar mis tijeras,
sacarlos y meterlos en la bolsita negra que llevo conmigo,
lo evito y callo.
Ayer, pasé por tu cuerpo y no estaban,
en su lugar colgaste un letrero que decía “fuera de servicio”,
escribí una nota que metí por tu orbita derecha
donde un par de rosas azules
gritaron que te habías ido a buscar balas de plata
para meterle a tus iris
como remedio contra el recuerdo.
Quizá, hoy me digas de una vez por todas
qué haces con tanta ceguera.
22 marzo 2008
Sobre la Investigación en el arte
06 marzo 2008
Ella
Hará cosa de un año que conocí a madura mujer de bondadoso carácter y acomodada posición. Su esposo había muerto tras una dolorosa y prolongada enfermedad; mientras, sus tres hijos, ya hombres y mujeres profesionales y con hogares establecidos, pocas veces la visitaban ante el hecho de vivir en ciudades diferentes. Ante este panorama, podrán ustedes imaginar que a esta señora sólo la costumbre y la soledad la acompañaban.
A pesar de sus casi 60 años, los mismos que ella gustaba recalcar insistiendo que le quedaban menos de cinco de existencia, no podría decir que esta mujer era vieja. A pesar de su obstinación por los deberes de un estancado hogar ejemplar, su cuerpo jamás se dejó marchitar por la cocina y los años; todo lo contrario, era admirable ver como se complementaba la lozanía y suavidad de su piel con la profundidad de sus grandes ojos negros que hacían de ella una hermosa y exótica mujer de elegante y cautivador porte.
Contrastando con aquella agraciada imagen se encontraban los interminables días de esta mujer. Uno y otro se apretujaba en el calendario sin ofrecer sorpresa alguna. Los días de baile y alegría de juventud, cedieron ante un imprevisto matrimonio, la llegada de los hijos, después, los nietos, y ahora, a la extraña sensación de viudez que tanto pesaba; pero no por un marido, sino por el luto que queda al llorar la muerte de su propia vida. Sólo quedaban los recuerdos, y el sabor amargo de aquellos años que regresaban cuando por las tardes observaba el horizonte a través de la ventana más alta de su casa mientras escuchaba una y otra vez un disco de La Lupe que su mejor amiga le había regalado varios años atrás. Quizá fue aquel hechizo musical que no le permitió ver el auto estacionado frente a su casa; sólo el escuchar el grito de su nombre pudo sacarla de aquel extraño trance. La visitante no era otra que la hija mayor de su comadre y amiga, quien ante la última voluntad de su madre había viajado largamente para entregar un regalo a aquella mujer. Al verla, una lágrima descendió por su mejilla, mientras que una alegría dormida la impulsaba a bajar corriendo las escaleras mientras repetía el nombre de su compañera.
Un abrazo fuerte y eterno confirmó el inesperado encuentro. El saber que aquel regalo no era otra cosa que las tarjetas, cartas y juguetes que compartieron durante su juventud, hizo que el hueco que le colgaba en el pecho se extendiera a todo su cuerpo.
Aquella tarde, ambas mujeres la pasaron hablando de historias y recuerdos. Al parecer, y sin importar la diferencia de edad, la vida las había unido con felicidades, dolores, pérdidas y nostalgias; las mismas habían desfilado delante de sus ojos hasta ocupar parte de la noche. Por el arribo de las horas y ha sabiendas que en un hotel no estaría tan cómoda como en su casa, decidió invitar a la joven para que se quedara a dormir. Antes prepararían juntas una espléndida cena, la cual al ser puesta le reveló que por primera vez en diez años dos platos ocupaban un lugar en aquella amplia mesa.
Las largas horas de recuerdos sólo trajeron consigo la confirmación de lo grande y sola que se le hacía aquella casa. Por mucho tiempo había evitado enfrentar la sentencia de que su felicidad estaba forjada en el bienestar de otros, esos quienes ahora la llenaban de tristeza. Sólo el llanto parecía distraerla del dolor, quería que la noche trajera consigo la muerte, esta vez no sentida con miedo sino como la ansiosa salida a tanto vacío.
La joven quien tardaba en dormirse había escuchado cada uno de sus suspiros y decidió levantarse para ver qué ocurría. Al entrar a la habitación encontró la fragilidad y nostalgia hecha mujer. Se sentó a su lado, la abrazó fuertemente y con sus manos limpió aquel hermoso rostro empapado. Ambas sonrieron ante la suerte compartida y manteniendo aquel abrazo se acostaron juntas sin decir palabra alguna. Había pasado mucho tiempo desde que sintió otro cuerpo junto al suyo. Ver a aquella joven le recordó cuando era la madre de esta, siendo ambas unas niñas, se metía miedosa en su la cama en las noches frías de colegio. Ante el recuerdo empezó a acariciar los cabellos de la chica mientras sentía como ella hundía su nariz en su pecho para olerlo. Unos labios cálidos se posaron en los suyos. Ante la sorpresa del beso llegaron nuevas nostalgias olvidadas. Ambas mujeres se sintieron crecer bajo las sabanas, mientras la piel dormida se despertaba ante las caricias nuevas. Un silencio casi etéreo entró por la ventana, ya nada quedaba de aquella servidumbre que era el recuerdo.